Insistirá el niño
en volver al bálsamo
del pan recién hecho
y como un rayo de cajas vacías
te recorrerá la parestesia.
Frenar la luz de este silencio querrás…
Te imploro trovador
—desde la exclamación de una grieta
que hoy abraza la tuya—:
sangra el adiós del verso eterno,
hornea la palabra madre
entre tus labios,
agárrate al aire de su risa,
colorea sus bordes ilimitados,
acorta la distancia con la ternura,
grita,
grítale al trueno y a la pausa,
grita
y que en el aliento reposen
palabra,
lágrima,
vida.

Diandra Almeida