Tuve amigos que morían, amigos que partían
Otros quebraban su rostro contra el tiempo.
Odié lo que era fácil
Me busqué en la luz, el mar, el viento.

Sophia de Mello

PANDEMIA

Nos despedimos aquel marzo. Tu cara azul,
desde el ordenador, sonreía pixelada.
Escribo sentada en el patio de tu casa
en “el campo”. Tu jardín de prunos,
arces y frutales. El tilo, el magnolio,
la catalpa llena de vainas secas
y esas ramas que le adornan
como luces de las navidades pasadas.
Me pediste que te enseñara el jardín.
Te veo contemplarlo desde el móvil
como cuando lo mirabas desde la ventana
de la cocina, cuando hacía frío.
Las montañas, ya sin nieve,
te habrían acompañado en tu revista
por si hubieran crecido las lechugas,
o las calabazas, o los pimientos,
o las patatas. Echo de menos el cedro azul
que estaba cargándose no recuerdo qué
con las raíces. Están el cerezo,
el manzano y una de las higueras.
Con el tiempo, he ido distinguiéndolos.
Pero si te preguntara en invierno,
nunca acertarías, te burlabas.
Tampoco con las plantas.
Dentro de nada será otra vez verano.
Este año no hay nada previsto.
De todo, habrías dicho,
menos lo que tienes que hacer.
¿Te tomaste en serio tus miedos
aquel día? ¿Imaginaste nuestro futuro
sin ti? ¿Pensaste en tus nietos,
los viste crecer, soñaste cómo sería el mundo
con ellos en él? ¿Recordaste el barro
de las calles del pueblo?
Me he sentado al leer tu caligrafía
redonda y aplicada. “Vamos al médico,
volveremos pronto”. Hasta este rincón
llega la suave brisa de la tarde que mueve
apaciblemente el visillo que bordaste.
Esta tarde que el sol acaricia
mientras promete, como tú, volver mañana,
libre de virus y con mucho tiempo.

Lara López