¿Por qué la imagen poética desautomatiza? ¿Por qué nos genera una sensación de máxima libertad? ¿Por qué siempre decimos que libera?

La comprensión de la poesía necesita de un conocimiento que nos libere de nuestras experiencias cotidianas, que requiera de toda nuestra atención para que sea posible la figuración de las imágenes que ella genera y que su mirada propicia.

Todos los caminos pasan por la poesía. Y la poesía pasa por todos los caminos. Esa es una de las lecturas que subyace en el Taller de Poesía sobre la imagen poética que imparte Gonzalo Escarpa.

La ruta hacia la imagen poética tiene paradas en su definición, el signo lingüístico, el “momento oceánico” (según Blake es el efecto estético que produce en las personas la obra de arte), el extrañamiento, la retórica… 

La imagen poética, como tantos otros asuntos poéticos, no es exactamente lo que parece. Nuestra  época, más que una era de la imagen es una época textual, con mensajes, lecturas dispersas, letras por todas partes y lecturas diversas en la red.

“Hay quienes creen que la poesía es solo imagen y que sin ella no hay poesía. No estoy de acuerdo. Para mí la poesía es música y misterio”, opina Escarpa. Otros, añade, han pensado que la idea de arte es la del pensamiento por medio de imágenes. Y, por tanto, sin imagen no hay poesía ni hay arte. “Nos dicen que la imagen es la unidad mínima capaz de reproducir en nosotros el efecto estético del arte”.

Aclara Escarpa que cuando aquí se habla de imagen no siempre nos referimos a imágenes gráficas: hay imágenes auditivas, olfativas, sensoriales…

En este rosario de ideas alrededor de la imagen poética no pueden faltar Platón, Roland Barthes, Jean-Paul Sartre y Juan Eduardo Cirlot. Para Barthes, recuerda Escarpa, “la imagen es hasta cierto punto un límite de sentido’. La poesía tiene que ver con la construcción de sentido”.

Para Sartre “la imagen es una conciencia degradada del saber”. Platón aparece ante las referencias a la realidad y su representación en las que su Mito de la caverna tiene mucho que decir sobre las realidades y las sombras . Para Cirlot, poeta, mitólogo, historiador, crítico de arte e iconógrafo barcelonés, “una imagen es un conjunto de formas y figuras dotado de unidad y significación”.

“La imagen poética es un conjunto de símbolos herméticos. Una imagen ignota es una conexión de palabras, conceptos, formas o colores que no corresponden a nada habitual, a nada presente en la realidad exterior ni en los sentimientos normales. Estas imágenes ignotas crean su modo de realidad y expresan la necesidad de ciertos espíritus de vivir en ella. El mundo y la imagen simbolizan estas imágenes; la síntesis de lo desconocido, lo anterior y ulterior al hombre. Lo que le circunda sin que sus sentidos o su inteligencia puedan advertirlo y hacerlo suyo”.

Hay dos posibilidades en el mundo, afirma Escarpa: representar la realidad o inventarla. “¿Cuál prefieren ustedes?”.

“La imagen poética no es exterior. Percibimos una realidad interna que viene de fuera, pero la percepción es subjetiva. Vamos de la realidad física, de la mímesis, a la fantasía. Ese viaje es lo que conocemos como creación”, explica Gonzalo Escarpa.

Un elemento nuevo entra en juego al citar a Carlos Bousoño, quien “insiste en lo psíquico de la imagen poética. Nos dice que la poesía es la comunicación de un conocimiento de muy especial índole. La poesía comunica un contenido psíquico tal cual es. Una síntesis de lo conceptual, lo sensorial y lo afectivo”.

Todo ello conduce al placer estético, asegura Escarpa. Y va más allá: “La poesía no es emoción a secas, sino percepción de la emoción. La poesía consiste en que el poeta perciba emociones, las sintetice y las brinde al lector que, a su vez, recibe esas emociones. Es decir, que el poeta despeja la bruma de la emoción”.

No hay que olvidar que, añade Escarpa, las imágenes de la realidad no son nuevas y con el uso se automatizan, se fosilizan. “Las imágenes deben ser construidas como si las viéramos por primera vez. Entonces llegamos al extrañamiento”. 

(Texto de Winston Manrique)